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Entrevista a Asel Luzarraga, escritor vasco, detenido en Chile por ser solidario con los mapuches

2010-03-19
Azkintuwe, Lahaine

“Mi único delito es ser escritor, vasco, anarquista y solidario con el pueblo mapuche”

Asel Luzarraga Zarrabeitia arribó al País Mapuche a comienzos de 2009. Lo hizo por Vanessa, universitaria de 19 años a quien conoció chateando en un foro punk de internet. Destacado novelista y músico vasco, fue detenido el 31 de diciembre acusado de estar detrás de diversos atentados explosivos. Tras un mes en la cárcel de Temuko, hoy pasa los días recluido en su propio domicilio, ubicado en la comuna de Padre las Casas. Desde allí rememoró para Azkintuwe las horas previas a su detención, la forma en que se fueron derrumbando una tras otra las acusaciones de la fiscalía, sus días de cárcel y los sueños pendientes de cara a una libertad esquiva, pero que no duda llegará más temprano que tarde.

– ¿Qué nos puedes relatar del día de tu arresto?

Fue un día muy extraño, tuvo que pasar un tiempo para entender realmente lo que sucedió. Yo estaba en casa, había estado a la mañana trabajando en mi novela, que ahora no puedo continuar porque me dejaron sin mi notebook y mi disco duro, y estaba chateando cuando vi acercarse a dos carabineros a la puerta. Antes de que tocaran me levanté a abrir y ahí se me heló la sangre, al ver a un miembro del GOPE con su arma de asalto apostado en la ventana del living. Les abrí la puerta asustado, me identificaron, me dijeron que debían registrar la casa, aunque no me mostraron orden; yo les dije que no había problema, y ahí ya me esposaron y me sentaron en un sofá. Como vinieron cuando estaba solo, nadie más pudo ser testigo del allanamiento, y a mí no me permitieron moverme más que cuando ellos mismos me cambiaron de posición, a la mesa del propio living.

– ¿Te informaron por qué irrumpían de esa forma en tu domicilio?

Yo les preguntaba por lo que buscaban, seguro de que era un error y el susto pasaría pronto, pero me decían que era secreto, que la jueza les había dado orden de buscar especies. En seguida sentí que se iban a llevar mi notebook, así que les pedí que lo trataran con cuidado, porque en él va mi pega y en julio ya me habían robado uno. Veía cómo me tomaban fotos a mí y a la casa, sentí cómo sacaban de la pared unos afiches que tenía, sobre las represas y de solidaridad con la causa mapuche, me preguntaban por mis bototos, que también se llevaron, comenzaron a tomar todos mis libros, imagino que al ver que una buena parte eran de literatura anarquista, pero también se llevaron todos los que tenía en euskera, incluso las novelas escritas por mí… dentro de la situación era divertido ver cómo miraban mi foto en las solapas de los libros y comentaban en voz baja.

– ¿Qué te decían los policías?

Me repetían que estuviera tranquilo, que me iban a entregar una lista completa con todo lo incautado para que la firmara, pero esa lista jamás llegó, nunca me la mostraron, aunque vi hasta el momento en que un oficial decía al encargado de anotar todo aquello que tenía que repetir la lista porque los libros había que anotarlos uno a uno, con título, autor y descripción. No sé que será de aquella lista. En mi dormitorio sentí que demoraban mucho, vi algunos llevar linternas, supuse que estarían abriendo la trampilla que da al hueco del tejado, que yo nunca he abierto, y les pregunté si podía ser testigo de lo que estaban haciendo, pero me dijeron que no, que era secreto. Finalmente llegó el fiscal, me llevó a la otra pieza, y comenzó a preguntarme por qué estaban ellos allí. Yo le decía que eso esperaba que me explicaran, que no sabía nada. Él me presionaba, me decía que si habían llegado a mi casa era como resultado de una investigación, que ellos no se equivocaban, así que, que le dijera por qué me estaban allanando. Yo le repetí la verdad, que no tenía ni idea y que pensaba que era un error.

De hecho le daba muchas vueltas, entre las palabras de un policía no uniformado que se sentó conmigo antes y me dio a firmar algunos documentos, estaban preguntas por mi relación con las comunidades mapuche, a lo que le dije que nunca había estado en ninguna, si era anarquista, a lo que le dije que sí, y por fin una frase que se me hizo mas reveladora después con el tiempo: “¿Demasiada actividad en Internet quizá?”. El caso es que el fiscal no consiguió las respuestas que quería, que yo ignoraba por completo cuales eran, y ya me pasaron al dormitorio principal. Estuve allí sentado un rato con otro policía de civil hasta que entraron varios uniformados y el que parecía el oficial al mando me preguntó si me habían comunicado que estaba detenido. Le dije que no, de modo que me lo comunicó. Al preguntarle por las acusaciones, dirigió los brazos al aire, sobre el closet que tenía en frente, y dijo: “Por lo que hemos encontrado aquí”. Yo le miré tal cual, sin entender, y le pregunté a ver qué habían encontrado. Allí mencionó por primera vez eso de “armas y explosivos”.

– ¿Cuál fue tú reacción?

Comencé a sentir que me deslizaba por el guión de la película equivocada. Entonces también me mencionó por primera vez un extintor, y a eso también le dije que en mi casa nunca he tenido extintores, pero aún sin entender qué relación podía tener un extintor con explosivos. Finalmente me llevaron al living, me tomaron muestras de las manos en busca de pólvora que obviamente dieron negativo, y me llevaron a comisaría. Luego, cuando por fin dejaron que Vane me visitara, supe que también allanaron la casa de sus padres, después de la mía. Aún con la impotencia, seguía tranquilo pensando que todo aquel error se aclararía y que pronto estaría en la calle.

– ¿Que sentías en cada audiencia donde se negaba tu libertad y se señalaba eras un “peligro para la sociedad”?

Rabia. Rabia por las acusaciones. Cuando me formalizaron y escuché hablar de lo que “habían encontrado en mi casa” no podía evitar pensar: “¿De qué están hablando?”. Aún no tenía ninguna noticia sobre esos objetos que al parecer fotografiaron sobre el closet de mi dormitorio, porque a mí nunca me los mostraron, y sólo más adelante en la carpeta de investigación pude ver en foto esos objetos que yo nunca tuve. Luego hablaban de que iban a demostrar que yo había puesto múltiples bombas por distintos lugares de Chile, y alucinaba, porque ni siquiera he estado en muchos lugares aún. No daba crédito, no entendía qué buscaban acusándome de esas cosas que ellos tenían que saber no eran ciertas. Yo he sido toda mi vida militante de la no violencia, una persona pacífica que enferma sólo con ver una pelea cerca, ¡y de pronto daban una imagen mía como si fuera un enemigo público! Pertenezco a una asociación mundial de escritores y periodistas por los derechos humanos y en el último Congreso Internacional al que acudí, en Bogotá, participé precisamente en la comisión de escritores por la paz. Y los medios de comunicación repetían las palabras de la fiscalía y algunos incluso iban más allá y me vinculaban ya directamente con ETA y las FARC. Es desmoralizador el papel de lacayos que cumplen muchos medios, comportándose como auténticos enemigos de la verdad a la que deberían servir. Pero ya nos vamos acostumbrando.

– ¿Cómo se fueron derrumbando las acusaciones de la fiscalía?

La primera falsedad cayó por su propio peso en la segunda audiencia, cuando hablaron directamente de mi autoría en dos de las 4 bombas que los medios airearon que se me imputaban. La primera, precisamente la que, por un juego de malabares absurdo les dio la coartada para allanarme, fue contra una farmacia Ahumada el 7 de diciembre, fecha en la que yo me encontraba en Euskal Herria con mi familia, participando en la Feria del Libro y del Disco Vasco de Durango. Eso constaba en el pasaporte y en los propios informes que manejaba la policía, pero parece que no les importó mucho. En cualquier caso, el poder demostrar allí mismo que esa imputación era un imposible, sirvió para que se desestimará aplicarme la Ley Antiterrorista y finalmente la acusación quedara en una infracción a la ley de armas y explosivos por aquellos objetos “encontrados” en mi casa que ni yo ni ningún medio de comunicación jamás hemos tenido la ocasión de ver. Ni siquiera a mi abogado se los han mostrado aún, a pesar de que lo ha solicitado formalmente en varias ocasiones.

– ¿En qué momento puedes entregar tu versión de los hechos?

Pude hacerlo recién en la última audiencia a la que fui, allí pude por fin declarar, hablar de quién soy realmente, dejar en evidencia las mentiras que ante la Corte de Apelaciones dijo mi primer abogado, y pudimos mostrar suficientes antecedentes para que la jueza entendiera que no estaba ante un peligro social, sino ante un escritor y traductor con un compromiso fuerte con la sociedad, con unas ideas anarquistas que no lo convierten en un terrorista, como a algunos les encanta hacer pensar a la gente, sino en una persona solidaria con los más desfavorecidos y anhelante de un mundo basado en otro tipo de relaciones justas, libres e igualitarias. Así lo expresamos y así lo vio todo el que asistiera a aquella audiencia, incluido el tribunal.

– Dices que tu primer abogado mintió ante la Corte de Apelaciones. ¿Es por eso que decidiste cambiar de abogado?

Así es. Durante la primera apelación mi primer abogado afirmó que yo le había contado que tenía perdigones para cazar y pólvora para hacer fuegos artificiales. Él no se reunió conmigo para preparar esa audiencia y yo jamás le dije nada así, sino todo lo contrario, siempre le afirmé que yo nunca tuve nada de eso y, de hecho, en la primera audiencia que me defendió le recriminé que no expresara allí mismo que yo nunca tuve armas ni explosivos. Me dijo que era parte de la estrategia, que primero se iba a centrar en otros hechos y que más adelante hablaríamos de que yo nunca había tenido esas cosas. Confié en que sabía lo que hacía, así que cuando Vane, que estuvo presente en aquella audiencia, porque en las apelaciones yo como imputado no estaba presente y asistió ella, me contó que había dicho aquellas barbaridades, tanto ella, mi familia como yo nos preocupamos y enfadamos muchísimo con él. Nunca nos explicó realmente qué había declarado ante la corte ni por qué lo había hecho, fue algo realmente extraño y nos hizo perder totalmente la confianza en su trabajo y sus intenciones. Por eso actuamos lo más rápido que pudimos para contactar con un abogado con experiencia en estos casos y, desde que Jaime Madariaga se hizo con el caso, las cosas cambiaron rápidamente y pudimos dar vuelta al enorme perjuicio que aquellas declaraciones me habían hecho.

– ¿Cómo fueron las semanas en prisión? ¿cuál era tu rutina diaria?

Los primeros días fueron emocionalmente duros, pero la gente, compañeros de dormitorio e incluso gendarmes, me trataron muy bien, me cuidaron y lo hicieron mucho más fácil. Hablar con mi hermana los primeros días y saber por Vane todo el movimiento de solidaridad que se estaba desatando me dejaron más tranquilo. Lo más importante cuando estás adentro es saber que la gente que te ama afuera está fuerte, bien, tiene apoyo, recibe cariño y solidaridad… Por lo demás, los días eran todos muy parecidos, con unas horas para pasear en el patio, y casi todo el día en el dormitorio, donde compartíamos siempre en torno a 60 compañeros. Veíamos la tele, yo leía mucho, tanto las cartas que recibía como los libros que Vane me iba llevando, nos repartíamos las tareas de limpieza, cocina… Con la gente con la que más me relacioné compartí mucho compañerismo, bromas, cariño… En cuanto pueda salir a la calle espero poder visitarlos, ver quiénes siguen allí, llevarles encomiendas… Porque adentro sólo se vive esperando los días de visita, que luego pasan volando.

– ¿Pudiste compartir con presos políticos mapuches?

Sí. De primeras coincidimos por la celebración de Año Nuevo, porque mi dormitorio preparó un asado en el patio y los peñis estaban invitados. Ellos habían estado en ese mismo dormitorio hasta poco antes de que yo llegara, pero les habían habilitado un dormitorio sólo para ellos, así que ya no coincidíamos más que durante las visitas, en el gimnasio. Cada día de visita lo primero que hacía era ir a abrazarlos y charlaba con ellos largo. Me recibieron como a un hermano y en esos breves encuentros compartimos mucho, nos contamos muchas cosas y pude aprender bastante sobre su situación. A ellos también les contaba cómo el movimiento que había surgido en Euskal Herria también los tenía a ellos muy presentes, que se había desatado un interés por conocer lo que pasa con el pueblo mapuche que no existía antes. Era bonito compartir esas alegrías.

– Tal como señalas, en diversos lugares de Euskal Herria se desarrollaron acciones de solidaridad con tu persona. ¿Qué sientes al respecto?

Es algo que me tomó por sorpresa. Entre Vane y mi hermana Lourdes me iban informando de todo lo que pasaba, y yo no podía dar crédito. Me hablaban de protestas, concentraciones, conciertos, se escribían artículos de apoyo, se conseguían cartas de solidaridad de personalidades e instituciones muy significadas en los derechos humanos, como Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, el PEN Internacional, la organización internacional de escritores y periodistas a la que pertenezco, que es órgano consultivo de la UNESCO y la ONU, el conocido escritor Ariel Dorfman, el premio nacional de literatura Unai Elorriaga… Además, veía que se estaban uniendo gente de todos los sectores e ideologías. Todo eso me hizo verter muchas lágrimas. La gente, no solo desde Euskal Herria, sino desde Chile mismo, Argentina, Uruguay… me ha regalado unos de los días más emocionantes de mi vida, de verdad. Y aún siguen haciéndolo, porque saben que la pelea no ha terminado, y no se detendrán hasta verme absuelto, libre y con mi derecho a permanecer en esta tierra reconocido.

– Hubieron sectores mapuches que, sin tener directa relación contigo, se pronunciaron a favor de tu liberación. ¿Qué piensas de ello?

Dicen que la solidaridad es la ternura entre los pueblos, y así lo siento yo. En la página que se abrió para firmar por mi liberación me he encontrado con muchas personas que se solidarizaban conmigo y me enviaban su apoyo sólo por saberme solidario con el pueblo mapuche. Es algo que me llena de orgullo, me emociona mucho, aunque pienso que realmente es poco lo que he aportado, sólo algunos artículos en mi blog donde apoyaba sus derechos. Les estoy muy agradecido, de corazón.

– ¿Qué te parece la medida de “prisión domiciliaria” que te han impuesto?

Es la medida de libertad limitada que me dio la jueza en la última audiencia a la que acudí y que más tarde, ante la apelación de la fiscalía, confirmó la Corte de Apelaciones. Sigue siendo dura, porque es total y no puedo salir ni a la tienda de la esquina, me hace totalmente dependiente y tengo a la pobre Vane de recadista, yendo de un lado para otro. Menos mal que ella lo hace con total entrega y amor y siempre está a mi lado. Pero al menos estoy en casa, puedo comunicarme a diario con mi familia, mis amigos, dormir cada noche sintiendo a Vane a mi lado, cocinar mis platos favoritos, ducharme con agua caliente… Y tengo la suerte de contar con un patio en la casa con césped que al menos me permite salir a tomar el aire. He visto cuántos “deberes” tenía esperando además (risas). Cuántos mails que escribir, cuánta gente a la que agradecer… Ha sido bonito poder restablecer el contacto directo con toda la gente, sentir que uno vuelve a cierta normalidad… Como digo a mis amigos, ¡debo muchas cervezas para el día que vuelva por allí!

– Pese al arresto parcial que te afecta, ¿has podido retomar tus labores como traductor y escritor?

Las de traductor sí, esta semana entregaré la primera remesa de traducciones. La empresa en Bilbao se ha portado de cine en todo momento, ha sido también muy cariñosa y solidaria conmigo. Como escritor, salvo algunos artículos en mi blog para expresar lo que el terremoto que nos sacudió a todos me ha hecho sentir, y un poema que escribí en la cárcel en euskera y castellano, dedicado a mi experiencia en esta tierra, a esta tierra misma e inspirado también en la imagen de mi compañera, aún no he podido volver porque, como te digo, la policía se incautó de mi notebook y mi disco duro y, hasta que algo de ese material me sea devuelto, la novela que estaba escribiendo está allí secuestrada. Sin embargo, estoy pensando, en vista de que eso se puede alargar, comenzar otra novela cuyos primeros apuntes los tomé en la cárcel. Era una idea que ya tenía en mente antes, que quería tomarme con tiempo para el trabajo de documentación, pero esta experiencia ha acelerado el proceso, me ha dado mucho material, y quizá la comience esta misma semana.

– Sabemos que existía una orden de expulsión del país lista para ser ejecutada. ¿Cómo te enteraste de ello y qué te pareció la medida?

Efectivamente, la orden se firmó el 7 de enero, una semana después de mi detención. Me enteré a los pocos días de volver a casa, cuando la PDI de extranjería me la trajo para firmarla. Me dejó estupefacto, pensaba que existía un derecho internacionalmente reconocido por la ONU llamado “presunción de inocencia” y que, si una persona no ha cometido ningún delito, no puede ser expulsada del país arbitrariamente. Yo no he sido declarado culpable de nada y dudo que lo vaya a ser, de modo que no entiendo que la orden se de antes de ser juzgado. Eso choca con la actitud de la Secretaria de la presidenta Bachelet, que en una carta respondiendo a un amigo mío de Bilbao que le escribía abogando por mi pronta liberación, le aseguraba a mi amigo que el poder político no podía interferir con el judicial y que ellos desde el Gobierno tenían que respetar lo que la justicia decidiera. Parece algo contradictorio que la Presidencia no pueda interferir en una decisión judicial y que sin embargo el Ministerio de Interior pueda adelantarse a ese fallo judicial dictaminando la expulsión de un ciudadano que está en este país legalmente y que aún no ha infringido ley alguna. Da qué pensar.

– ¿Qué esperas al final de este proceso penal en tu contra?

Espero que salga a la luz toda la verdad y que los responsables de todo este daño moral causado a mí pero, sobre todo, a mi familia, mi compañera, mis amigos, a mi imagen como escritor comprometido con los derechos humanos, tengan la decencia de pedir disculpas por este atropello. No me cabe duda de que quedaré libre, porque realmente no tengo nada que ver con nada de lo que me imputan. Mi único delito es ser escritor, vasco, anarquista y solidario con el pueblo mapuche, y son mis ideas y mis escritos, no mis actos, los que están siendo perseguidos. De modo que, si en este país no existen delitos de conciencia y la ley ampara la libertad de expresión, como se supone, deberán dejarme libre y con todos mis derechos civiles restituidos.

– ¿Tienes intenciones de seguir en Wallmapu o regresarás definitivamente a Euskal Herria?

Mi intención es seguir aquí, es lo que más deseo, por Vane, por los amigos y amigas que he hecho aquí, por esta tierra, por su gente, porque hay mucho que hacer en este país y quisiera aportar en proyectos sociales, como el que tenía pensado para organizar un taller gratuito de aprendizaje mutuo a través de la biblioteca libertaria Amanecer.

– Sabemos que quieres conocer más de la cultura e historia mapuche. ¿No temes volver a ser perseguido por la justicia?

Por mi propia experiencia y las que he escuchado de otros extranjeros, aquí nunca se sabe. No entiendo que persigan la palabra, las ideas, ni que tengan miedo a que la gente conozca de cerca la cultura mapuche. A mi me gustaría mucho, como escritor y filólogo, profundizar en las creencias, la cosmovisión, la medicina, la relación con la naturaleza, la organización social y económica… y tantas cosas que aún podemos aprender de este pueblo originario. Me interesan mucho las culturas indígenas, y para el congreso del PEN que se celebrará este año en Tokio tenía precisamente la misión de elaborar una ponencia sobre el uso de la cosmovisión y las lenguas originarias en las distintas literaturas del mundo, una responsabilidad que creo que todos los escritores tenemos de recoger aquello que aún es oral, aquello más unido a la tierra, más alejado del ánimo mercantilista de la sociedad occidental europea, en nuestros textos.

– ¿Ves algún paralelismo entre la lucha mapuche en Chile-Argentina y la de tu pueblo vasco en España-Francia?

Sí, veo muchos, aunque también diferencias. El pueblo mapuche aquí está en una situación bastante peor, porque la economía, la tierra, la organización social, están en otras manos. En Euskal Herria seguimos un modelo neoliberal que obviamente hemos importado de otras culturas, pero a quienes debemos echar la culpa es a los propios vascos que así lo vienen decidiendo, porque es la propia burguesía vasca la que controla el país. De modo que allí está por un lado la lucha nacional, por salvaguardar nuestra cultura y nuestras decisiones independientemente tomadas de las imposiciones francesa y española, y por otro la lucha social por cambiar el modelo socio-económico que las propias clases dominantes vascas han impuesto. En ese sentido, allí para la parte nacional de la lucha hay una posición relativamente mejor, mientras que en el caso mapuche, el pueblo originario de estas tierras no tiene control sobre nada, es al mismo tiempo el pueblo subordinado económica, social y culturalmente.

– ¿Algún mensaje que quieras enviar a los lectores de Azkintuwe?

Pienso que es imprescindible la existencia de medios de comunicación que estén en manos del propio pueblo. Yo tengo mucho más para aprender que para enseñar, pero mi experiencia como vasco sí me ha creado una conciencia sobre la importancia de la lengua, también en los medios escritos, como elemento de cohesión social de un pueblo y, como anarquista, me ha enseñado que la construcción de una comunidad horizontalmente, sin estructuras estatales, basada en la ayuda mutua y la solidaridad, forja un pueblo más fuerte, con lazos más fraternales y duraderos, más difícil de someter a otras voluntades que no sean las que la propia organización voluntaria de cada uno de sus miembros desee. Un saludo a todos los lectores y lectoras, en especial a las mujeres, que son la verdadera esperanza de cualquier cambio social sólido y humanitario, y muchas gracias por permitirme aprender de su pueblo y estar entre ustedes.

Utzi erantzuna