
2020-01-24
Unai Aranzadi, El Salto
El 31 de diciembre del 2009 una docena de carabineros allanaba la casa del escritor Asel Luzarraga en la Araucanía chilena. Horas más tarde, cuando éste era llevado a un reconocimiento médico tras su paso por comisaria, un periodista le interpeló: “¿Cómo te declaras?” A lo que Luzarraga contestó: ¿De qué se me acusa?. “De bombas”. ¿Bombas? -Respondió atónito frente a las cámaras de televisión antes de ser sacado de las dependencias exclamando un angustioso: ¡Inocente! Muy a su pesar, en menos de 24 horas se decretaba su ingreso inmediato en la prisión provincial de Temuco, un penal donde terminaría haciendo amistad con varios activistas del pueblo mapuche que habita la región. A partir de ahí, este blogger, filólogo, anarquista, licenciado en ciencias empresariales, músico punk y escritor con ocho novelas publicadas en euskera, cuatro de ellas traducidas a castellano, comienza un disparatado –e inacabado- proceso judicial del que nos da cuenta en Mundaka, el pueblo que desde su nacimiento en 1971 lo ha visto crecer.